16 Nov 2019

Pensar el desarrollo científico-tecnológico desde la periferia

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En el año 1687 Isaac Newton publica Principios matemáticos de la filosofía natural estableciendo lo que muchos denominan las bases que dan inicio a la ciencia moderna. En su contexto, este trabajo significó la confirmación de que todo el universo se comporta según principios mecánicos que se pueden describir matemáticamente y que están al alcance de ser entendidos por los seres humanos. Esto descartó la necesidad de recurrir a la hipótesis de Dios como explicación. Trescientos cincuenta años y dos revoluciones industriales más tarde, mientras transitamos la mayor revolución tecnológica de la historia, hoy la ciencia y la tecnología no sólo producen cambios profundos en nuestras sociedades sino que también son brújula simbólica para entender nuestra relación con el entorno y nuestro lugar en el mundo.

Los últimos siglos trajeron profundos cambios y, sabiendo que no hay filosofía del futuro sin revisar periódicamente el presente, tenemos la tarea de tomar distancia de la ciencia para así poder observarla y lograr reflexionar de manera crítica en torno a ella. Esta tarea no solo compete a quienes tienen relación directa con productos tecnológicos y con información basada en estudios científicos sino también y, sobre todo, a quienes desde universidades, centros de investigación o empresas tecnológicas realizamos aportes en el campo de la ciencia y/o la tecnología.

Casi como un gastado cliché podríamos aventurar que en el imaginario la ciencia se conforma como una suerte de máquina que produce verdades objetivas acerca del mundo. Si bien de esta máquina participan personas esto no supondría un factor subjetivo en tanto los rigurosos pasos del método científico se encargan de preservar la objetividad. De este modo, toda discusión que ponga en cuestión la objetividad de la ciencia suele ser trasladada a lo que G. Klimovsky denominó el contexto de aplicación, es decir, aquello que tiene carácter subjetivo no sería más que la forma en la que se le da una utilidad práctica al conocimiento nuevo pero no el propio proceso en el que este se produce.

Ahora bien, si pensamos a la ciencia de manera integral, como un esfuerzo colectivo del que participan cientos de instituciones, universidades, empresas y centros de investigación alrededor del mundo, podremos reconocer que surgen algunas preguntas: ¿de dónde provienen los fondos para el desarrollo de las investigaciones científicas? las entidades que financian las investigaciones no están despojadas de intereses, ¿de qué manera se decide cuáles son las líneas de investigación relevantes? el resultado de un estudio científico puede indicarnos cuánto sentido tiene encarar el estudio de cierto problema pero nunca nos va a indicar por sí sólo su relevancia, ¿cuáles son los mecanismos por lo que un trabajo científico es evaluado y reconocido por el resto de la comunidad científica? Estas preguntas no afectan solo al contexto de aplicación sino que están presentes en los distintos momentos de la tarea científica y atienden a la manera en que se moldea el desarrollo de una investigación científica.

Tomemos un caso ejemplificador como la inversión destinada por los Estados Unidos en lo que respecta a la exploración espacial. En el año 1961 la Unión Soviética logró poner al primer ser humano en órbita alrededor de la Tierra. Hasta ese entonces el presupuesto destinado a la NASA rondaba el 0,2% del total de Estados Unidos pero justo después de aquel año creció rápidamente hasta llegar a a un pico de 4,41% aunque volvió a caer una vez que se cumplió con la misión, mediante el programa Apolo, de llevar a los primeros seres humanos a la Luna en 1969 y así ganar la llamada carrera espacial. Este es un ejemplo de una política científica direccionada que no responde simplemente al afán del ser humano por descifrar los misterios del universo sino a intereses y poderes específicos en un contexto geopolítico particular.

La ciencia está atravesada por intereses y una política científica determinada puede tener un impacto en el curso histórico de un país o una región. Esto vuelve ineludible la pregunta acerca de cómo deberíamos pensar el desarrollo de la ciencia y la tecnología desde un país latinoamericano. Sin dudas la pregunta es demasiado ambiciosa, pero podemos pensar algunas coordenadas aprovechando los aportes de la Teoría de la dependencia para pensar el desarrollo de América Latina.

Desde esta perspectiva se rechaza la idea de que haya un camino lineal de desarrollo desde un país “subdesarrollado” hacia un país “moderno”, que tiene por consecuencia una concepción lineal del progreso en relación a la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación industrial. Bajo esta concepción lineal, los países más pobres deberían simplemente avanzar en su desarrollo a través de la tecnificación de la misma manera en que ya lo han hecho los países más ricos y eventualmente eso los llevaría a la cúspide del desarrollo moderno. Desde la teoría de la dependencia se plantea, en cambio, la noción de centro-periferia como estructura que ordena la distribución de la riqueza a nivel global; donde se perpetúa una dinámica en la que los países centrales industrializados se ven beneficiados mientras los países periféricos se ven subordinados a la producción de bienes con poco o nulo valor agregado.

Es claro, entonces, que pensar el desarrollo científico tecnológico desde América Latina es fundamentalmente distinto que pensarlo desde un país central y este es el punto de partida del llamado Pensamiento latinoamericano en ciencia, tecnología, desarrollo y dependencia (PLACTEDD), una corriente de pensamiento que ponía en diálogo a distintos intelectuales del continente hacia fines de la década del ‘60 y principios de los ‘70. Esta corriente puso foco en problemas como el rol de la ideología en las investigaciones científicas, el sentido económico y social de los centros de investigación y la planificación del desarrollo científico-tecnológico para los países de la región. Entre sus integrantes se destacan los argentinos Jorge Sabato, Oscar Varsavsky y Amílcar Herrera, cuyos aportes nos invitan a preguntarnos, entre muchas otras cosas, si está despojada de ideología la investigación científica; cómo es y cómo debe ser el vínculo entre ciencia, tecnología y sector productivo; cuál es el rol del desarrollo científico en un país dependiente y si hay relación entre la dinámica de producción capitalista y la forma en que se lleva adelante el trabajo científico.


Textos consultados en esta nota

  1. Carrizo, E. (2015, April 3). El pensamiento latinoamericano en CyT. En Página/12.
  2. Cardoso, F.H. y Faletto, E. (1969). Dependencia y desarrollo en América Latina, Siglo XXI, México
  3. Hurtado, D. (n.d.). Surgimiento, alienación y retorno: el pensamiento latinoamericano en ciencia, tecnología y desarrollo. En Voces en el Fénix.
  4. Klimovsky, G. (1975). Ciencia e ideología: Aportes polémicos. Buenos Aires: Ediciones Ciencia Nueva.
  5. Rogers, S. (2010, February 1). Nasa budgets: US spending on space travel since 1958. En The Guardian
  6. Sabato, J. (2011). El pensamiento latinoamericano en la problemática ciencia-tecnología-desarrollo-dependencia. Buenos Aires: Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
  7. Wikipedia contributors. (2019, November 8). Budget of NASA. En Wikipedia, The Free Encyclopedia.

Escrito por: Agustín Martínez Suñé
Editado por: Valentín Muro

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