22 Mar 2020

Pandemia de ideas

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¿Qué tienen en común la primavera árabe, una noticia falsa en internet y el virus que nos obliga a guardarnos en casa estas próximas semanas? Cuando existen fenómenos que desde algún punto de vista son similares, los modelos formulados para entender la evolución de cualquiera de ellos sirve para entender al resto. Por otra parte, entender un fenómeno nos permite obrar e intervenir sobre el mismo, o en otras palabras, hacer ingeniería. Un modelo habilita métodos, y cuando múltiples fenómenos son similares, métodos similares pueden ser aplicados para intervenir en todos ellos.

Para acercarnos un poco a estos conceptos, imaginemos que queremos construir un modelo de la transmisión del VIH en una población para poder luchar contra su avance. Empezamos poniendo una hoja de papel sobre el escritorio, como suele hacerse, porque queremos establecer algunos garabatos preliminares. Lo primero que vamos a hacer es un pequeño mapa de la población de la cual estamos hablando, que consistirá solamente en dibujar un punto por cada persona. De esta manera, cada persona está representada unívocamente por un punto, y cada punto refiere a una persona en particular. Habiendo hecho esto, nos enfrentamos con el segundo paso, que es fundamental para terminar nuestro mapa. Vamos a dibujar también ciertas líneas, conectando pares de puntos, que van a representar algo así como “puentes” a través de los cuales el virus puede pasar de una persona a otra. Para esto, por suerte, hicimos una encuesta relativamente completa, que nos permite dibujar varios segmentos entre pares de puntos (personas) que mantienen intercambio sexual o sanguíneo. En los casos en los cuales no contamos con la información precisa, estimamos también el dibujo de algunas líneas que podemos inferir a partir de nuestra encuesta, de alguna cosa que leímos de psicología social y del llamado a especialistas en sociología que se habían ofrecido a ayudarnos.

Tenemos ahora, frente a nosotros, un grafo, es decir, un conjunto de puntos de los cuales algunos pares de ellos están conectados por líneas. El grafo es el modelo usado para representar no solamente grupos de personas e interacciones sexuales, sino cualquier conjunto de entidades de las cuales nos interesan ciertas conexiones. A simple vista, vamos a poder observar que algunos de esos puntos tienen muchas líneas que los conectan, mientras que algunos otros tienen pocas o ninguna (nodos de alta o baja valencia). Además, vamos a poder observar propiedades generales de la red. Por ejemplo, si en el dibujo se pueden distinguir grupos de puntos entre los cuales solamente existan dos o tres puentes, o si hay subgrupos en los cuales todos están conectados con todos (cliques), o por ejemplo, cuál es la distancia promedio entre dos puntos en la red (la distancia se mide como la cantidad de “líneas” que hay en un camino mínimo de un punto a otro).

Lo último que falta distinguir es el conjunto de puntos portantes del virus y la probabilidad de contagio que se da, de uno a otro, en cada uno de los puentes. Lo que hicimos hasta acá ya lo podemos meter en una computadora (habiendo estudiado algo de computación sobre grafos, o mandándole un mensaje a alguien que sepa del tema), y observar, paso por paso, una predicción de cómo el virus va a evolucionar a través del tiempo. Además, tenemos la posibilidad de “jugar” con el modelo para mejorar nuestra comprensión del mismo. Aprovechando que está todo programado, podemos correr el modelo varias veces en la computadora, con distintas variaciones respecto de qué puntos o líneas imaginamos poder eliminar, o sustituir, o generar, y a partir de eso seguir aprendiendo muchas cosas, desde conclusiones muy generales de qué puntos atacar en una red genérica hasta conclusiones muy particulares de la red específica que tenemos en nuestras manos.

Pero no termina ahí. A partir de este modelo, ahora, podemos encontrar grupos de personas específicos sobre los cuales los efectos de la concientización en materia de profilaxis sean mejores para la red. En otras palabras, podemos encontrar formas de a bajo costo, reduciendo al máximo el número de personas afectadas por una campaña de emergencia de educación sexual, se minimice el número de personas afectadas por el virus. Por ejemplo, a partir de nuestro mapa, podemos encontrar las personas “puente”, que son las pocas personas que permiten el paso entre distintos grupos muy densamente conectados en su interior. Podemos, además, concientizar a las personas “autopistas”, que son las personas que conectan puntos que de no existir ellas estarían muy lejos, para ralentizar la propagación del virus. Podemos, a partir de nuestro modelo basado en redes, sacar muchas conclusiones muy útiles para detener el avance del virus.

Supongamos que ahora nos volvemos malvados, cegados por el nuevo poder que hemos adquirido, y queremos usar esta herramienta para el mal. El mapa y el modelo ya los tenemos, y haciendo nuevos experimentos, podemos también localizar grupos mínimos de personas iniciales que asegurarían una propagación máxima del virus. Entonces, si queremos afectar a muchas personas de nuestra población, ya tenemos claro a quiénes contagiar primero.

La construcción de esta clase de modelos que cuentan con i) un grafo, ii) un subconjunto distinguido de los puntos del grafo que serían los “portantes” de algo, y iii) un estimativo de la probabilidad de transmisión sobre cada una de las líneas nació así, para combatir epidemias, y por supuesto fue muy efectiva. Pero es útil también en otros campos, por un motivo que responde a la pregunta inicial del texto: en un sentido abstracto, los tres fenómenos mencionados funcionan a partir del mismo mecanismo. Existe un grupo de personas, algo que puede transmitirse de persona a persona (en los dos primeros casos una idea, en el tercero una partícula de proteínas y ARN), y una serie de “nexos” o “puentes” que muestran que existe una cierta probabilidad de contagio entre pares de personas de nuestra población. El concepto clave es el de evolución respecto de una red.

Los modelos epidemiológicos son hoy en día, y precisamente por la similitud en el funcionamiento de estos distintos fenómenos, utilizados para manipular la transmisión de información en redes. Para unas pocas empresas, dueñas de las distintas redes sociales digitales que usamos como canal principal de comunicación, los puntos y las líneas (que, seamos realistas, son muchos e imposibles de dibujar) no tienen que ser dibujados, porque ya los tienen en sus bases de datos. Entre las publicaciones académicas de los últimos años, se encuentran varios papers dedicados al “rumor blocking problem”, que es esencialmente hacer lo mismo que hicimos recién para el VIH pero aplicado a “rumores” (o cualquier idea, desde voltear un gobierno autoritario hasta las cadenas disparatadas que algunas personas comparten por Whatsapp) en que se presentan formas muy efectivas en términos computacionales de encontrar los puntos clave para detener la expansión de discurso, tratando el problema abierta y explícitamente desde los métodos epidemiológicos. Existen tantos otros papers dedicados a “influence maximization”, que desde los mismos principios metodológicos explican cómo hacer, también con ideas en una red social, lo que hicimos cuando atravesamos nuestro período malvado al estudiar el VIH. Cuando en la conferencia de prensa en que se anunció el DNU para la cuarentena obligatoria el presidente proclamó “tenemos que enfrentar dos cosas: a la pandemia y a la psicosis”, podría también haber dicho que las dos cosas pueden enfrentarse de la misma manera. Los casos de psicosis colectiva también se estudian desde los mismos modelos y están sujetos a los mismos métodos que las epidemias y la distribución de memes.

La disciplina que estudia estos fenómenos y produce métodos de aplicación (de ingeniería sobre enfermedades, ideas y sociedades) es la llamada “computación social”. Uno de sus resultados empíricos es una observación de cómo funcionamos que descubrieron codo a codo con la psicología social, muestra que hacemos mucho más caso a la red y a la comunicación con pares que a los clásicos medios masivos de comunicación. Pero hoy en día, (y más aún en los años que se vienen) la horizontalidad y anarquía democrática que disfrutábamos en las redes de internet sufrirá una transición hacia la moderación, manipulación y capacidad de tutela de nuestras voces. La potencialidad de viralización de una idea en las redes sociales digitales que permitió voltear a Gadafi y Mubarak y que fomentó la explosión del feminismo de tercera y cuarta ola se restringe cuando existen métodos epidemiológicos que permiten, con muchísima efectividad, aplacar la expansión del “virus”. El problema se vuelve grave cuando la capacidad de aplicación de dichos métodos pertenece únicamente a un oligopolio informático que acapara en sus bases de datos toda la información de la red, que vos y yo no tenemos, y acapara en sus procesadores la capacidad de cómputo para ejecutar los algoritmos necesarios, que en la mía y en la tuya tardarían un tiempo prohibitivo. Esta asimetría, de tendencia creciente, es peligrosísima para la libertad de expresión y para cualquiera de esas cosas que concibamos como democracia.

A no desesperar. Ciertas veces, por acción tardía, por contagiosidad o por quién sabe qué factores, estos métodos epidemiológicos no pueden prevenir la pandemia. Hoy vivimos eso con un virus. ¿Armamos una idea?


Escrito por: Juan Fernández Zaragoza

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